sábado, 8 de noviembre de 2014

CONFERENCIA "La Violencia como síntoma del conflicto identitario argentino"

ESTA CONFERENCIA FUE PRESENTADA EN EL MARCO DE LAS PRIMERAS JORNADAS INTERDISCIPLINARIAS DE LA UNSTA, del 16 al 19 de Setiembre de 2014
Como participante de la Mesa Panel "Violencia y Sociedad", junto a las catedráticas Nora Lía Jabif y Graciela Assaf. 


El propósito con el que tan generosamente me han convocado ésta tarde me sobrepasa ampliamente. Hablar de la violencia desde la psicología en la Argentina de 2014, resulta una tarea harto dificultosa. Por tres motivos: por un lado, porque es mucho lo que ya se ha dicho y escrito sobre el fenómeno de la violencia desde muchas y diferentes escuelas psicológicas. Por otro lado, porque –tal como señalara la Conferencia Episcopal Argentina en su reciente mensaje de mayo pasado[1]: “la Argentina está enferma de violencia”. ¡Cómo hablar de una realidad con una pretendida asepsia quirúrgica, siendo que estamos inundados y desbordados de hechos violentos…! Un tercer motivo que me lleva a ser cuidadoso en esta exposición, y que pido encarecidamente al oyente no lo olvide mientras me escuche, es mi calidad de advenedizo en la materia. Me considero casi un lego al tener que hablar del complejo fenómeno de la VIOLENCIA, y me encuentro en la difícil tarea de aquel hombre que, habiéndose enamorado de un lugar que conoció por fotografías, debe describirlo sin haber pisado nunca aquella tierra.
Además intentaré no transitar por algunos lugares comunes que son parte del discurso social, a fin de poder aportar otros elementos de análisis a la cuestión planteada.
Dicho esto, y sintiéndome excusado de antemano, comienzo a adentrarme en el cometido propuesto.
La violencia constituye un complejo fenómeno social, cuyas causas son difícilmente reducibles a la teorización. Existen factores históricos, vinculares, socioculturales, económicos, políticos, étnico-raciales y hasta religiosos, que se hallan vinculados a éste fenómeno. Es decir que es un hecho policausal. Así como existen diversos factores vinculados a ella, también existen diversas lecturas e interpretaciones sobre el mismo. Por ejemplo: el investigador mejicano Alfredo Tecla Jimenez en su libro[2]: ensaya una valiosa clasificación sobre las teorías existentes más conocidas. Entre ellas menciona:

·           Teorías Reduccionistas, que la conciben como algo innato, y que está vinculada al mundo de los fisiólogos, etólogos y biólogos.
·                    Teorías sociales, que la consideran un hecho cultural, por lo tanto adquirido y vinculado a una serie de representaciones que se incorporaron como un aprendizaje no necesariamente verbal y explícito.

Respecto al primer grupo, es valioso el análisis que hace el autor sobre las diferentes ideas que sostuvieron esta hipótesis y que transcurren desde la genética, pasando por una herencia de la agresividad atávica propia del hombre prehistórico cuya reminiscencia portamos nosotros aún, hasta llegar a la postulación de la teoría dual de Erick Fromm donde se señala que la violencia puede ser benigna o maligna, destructiva o constructiva, adjudicando al ser humano mayor amplitud de posibilidades de reacción que sólo la multiplicación de la violencia.

Dentro del ámbito específicamente psicológico, la teoría que resultó más influyente fue la de Freud. El fundador del Psicoanálisis señaló que algo inherente a la naturaleza humana es la pulsión tanática que se opone a la pulsión de vida. Ambas representarían sendas fuerzas que pujan en sentido opuesto, una por la vida (Eros) y otra por el retorno a la quietud y al abandono de la lucha por lo vital (Thanatos). Esta teoría comporta una visión mecanicista de la vida mental. Allí se señala la permanente puja de ambas fuerzas, quienes van manifestando sus intentos a través de las diferentes vicisitudes de la vida psíquica, de forma que las conductas humanas están imbuídas de ellas sin siquiera conciencia de las mismas. Entonces, según ésta teoría, la agresividad vendría a representar un componente normal de la personalidad humana, que le serviría al sujeto para poder defenderse ante el peligro, para imprimirle intensidad o vigor a lo que realice, por ejemplo. La violencia, desde ésta posición, constituiría un fenómeno cultural donde la pulsión tanática se ha exacerbado y se ha focalizado en un objeto (ya sea una persona, un colectivo social, una raza, una religión, etc.) sobre el cual se depositan los impulsos agresivos constituyéndolo en un objeto (destituído de todo derecho y desprovisto de subjetividad) y sujeto al arbitrio del agresor-violento. Se marca así una diferencia entre Agresividad – Violencia. Las causas de ésta última se hallarían relacionadas al momento clave de la resolución edípica (Complejo de Edipo) donde la Figura del Padre no pudo operar con eficacia la función de la Ley, de forma que el sujeto conozca  los límites aceptables de la moralidad y se acate a ellos. Por el contrario, sostendrá el Psicoanálisis, una figura paterna débil, carente o ausente, o una madre omnímoda, podrían producir un sujeto en conflicto con la ley, sea por efecto de la transgresión hetero o autoagresiva.
En la actualidad, existen múltiples investigaciones realizadas en nuestro país en el marco del diálogo entre el Psicoanálisis y, por ejemplo, el derecho penal. Podemos señalar a la investigadora y Psicoanalista Silvia Bleichmar, quien ha aportado interesantes investigaciones sobre el fenómeno de la violencia. En uno de sus libros[3] reflexiona sobre la violencia en torno a tres tópicos
:
1.    Distinguir el fenómeno de la pobreza de la violencia. No constituyen per se hechos interconectados. La demonización de la pobreza como factor causal de la violencia social no resulta legítimo ni atinado.
2.    Un ambiente sociocultural que favorece la impunidad engendra violencia en sus miembros, quienes se sienten tratados desigualmente ante la Ley.
3.    La deconstrucción de la noción de “semejante”, favorece las estigmatizaciones sociales, las conductas destituyentes y violentas.

No quisiera soslayar algunas implicancias que tiene esta posición que, si bien resulta muy positiva en la vinculación con el acervo social argentino, quizás omiten ciertos principios antropológicos de la condición humana, que desde una perspectiva cristiana no debemos olvidar.
De hecho se me ha convocado aquí no sólo en calidad de académico, sino también como creyente. Para poder argumentar en éste sentido  voy a apoyarme en los escritos del Dr. Víktor Frankl, fundador de la logoterapia, cuya antropología es convergente con la visión cristiana. El hombre es un ser libre, lo cual no supone la inexistencia de circunstancias sociales, culturales e históricas que influyan en él. La libertad humana no es un agregado a su naturaleza, es un imperativo que le constituye, y que hace que lo vivido, lo sufrido, puedan condicionarle, pero nunca determinarle. De forma que esa libertad estará siempre allí lista para ayudarle a tomar una posición frente a lo que vive. Es la vida misma quien reclama del hombre una respuesta que le involucre y le cimiente en el ejercicio de su libertad.  Y en ese ejercicio de su libertad se afirma también en la responsabilidad.  El hombre es un ser libre y responsable. Y en la responsabilidad se autoafirma más y más en su condición de persona libre y digna.
Estas posiciones no estuvieron exentas de polémicas para Frankl y deseo rescatarlas para poder quizás aportarnos algunas claves de pensamiento para los discursos que circulan en nuestra sociedad en la actualidad.  Asistimos a una idea generalizada, para nada nueva, que enfatiza la tesis de la culpa colectiva ante determinadas situaciones de extrema violencia. Corremos el riesgo de caer en generalizaciones absurdas e injustas, o como si la pertenencia a determinados grupos ideológicos, políticos o religiosos nos absolviera o condenara a priori.
El biógrafo y amigo de Víktor Frankl, el Dr. Alfried Läengle, rescata en su libro[4] dedicado a la vida y obra del fundador de la logoterapia algo que deseo compartir con Uds:
“Durante los años posteriores a la guerra, Frankl luchó con notable compromiso contra la tesis de la culpa colectiva. Abogó por el ideal del hombre responsable de sí mismo. Escribió y publicó sobre este ideal y también se esforzó personalmente por alcanzarlo saliendo en defensa de algunas personas. Después de la guerra, no era en absoluto popular oponerse a la tesis de la culpa colectiva. Frankl lo hizo, incluso una vez en una conferencia en la cual estaba presente el comandante de las tropas de ocupación francesas. En reiteradas ocasiones, Frankl –el judío del campo de concentración- puso ejemplos de gente de las SS y otros nazis que se habían esforzado por tener una auténtica actitud humanitaria y habían brindado ayuda a prisioneros y enfermos en la miseria, aunque esto fuera muchas veces ilegal. Contó, a modo de ejemplo, que había conocido al jefe de un campo, un hombre de las SS que a escondidas compraba con su dinero medicamentos para los prisioneros… así como en ese mismo campo conoció a un prisionero, el más antiguo, que molía a palos a sus compañeros, incluso a los enfermos….
No sólo en conferencias y publicaciones Frankl se opuso a la injusticia que implicaba considerar culpables a todos los hombres únicamente a causa de su pertenencia a un grupo. Tampoco dudó en brindar protección y ayuda a individuos concretos…. En otra oportunidad, ocultó en un piso a un colega psiquiatra, cuando supo que le buscaba la policía del Estado para someterle a un proceso ante el tribunal popular porque poseía una insignia de las juventudes hitlerianas. Tales procesos eran sumamente peligrosos pues solamente dictaban sentencias absolutorias o de muerte, y las ejecutaban de inmediato. [En otra oportunidad] Frankl  salvó de la sentencia de muerte a una colega especialista, logrando reunir todas las pruebas positivas concebibles como testimonio sobre ella y exponiéndolas en su declaración… [Aunque] a raíz de este caso, cuenta Frankl que al día siguiente le citaron de la Asociación Campo de concentración y le preguntaron qué tenía que decir sobre ese escandaloso comportamiento por medio del cual había salvado la vida a una nacionalsocialista. Les recordé – dijo Frankl- que yo había sido interrogado como testigo y que mi deber como tal era decir toda la verdad…”[5]

Considero que estas líneas resultan esclarecedoras en el contexto de nuestra propia historia argentina, y del proceso revisionista que venimos viviendo en la última década. Aquella trágica experiencia de violencia política y social que llevó a la muerte a miles de hermanos connacionales, se encuentra desde hace tiempo en un proceso de revisión que está derivando en juicios y reivindicaciones. No podemos alentar la tesis de la culpa colectiva a un solo grupo social o político, sino que  - tal como lo sostiene Frankl- conviene recordar que ante la barbarie, es la propia conciencia personal la que se debe erigir sobre la base del ejercicio de la libertad individual y la responsabilidad existencial.  Testigos de ello son las cientos de personas que obraron con esa conciencia, independientemente de su filiación ideológica o política.
Sin ánimo de entrar en terreno que me excede ampliamente, lo que intento argumentar es que toda responsabilidad deriva del ejercicio de una vida libre y conciente, y que la violencia, si bien constituye un fenómeno policausal y complejo, debe ser asumido y esclarecido en el ámbito de la conciencia individual y la responsabilidad personal de los individuos.
Al hablar de violencia existe un peligro que puede actuar como un obstáculo para una comprensión profunda de éste complejo fenómeno, y sobretodo para la asunción personal de las responsabilidades: la victimización. La victimización reside en considerar a la persona (grupo, colectivo social, religioso, etc.) como simple receptora pasiva  de una agresión injustificada y sin capacidad de respuesta. Es víctima. Si bien no podemos negar que en toda situación de violencia existe una disparidad evidente en el ejercicio del poder entre ambos, donde uno violenta sobre otro de menor (o nula) capacidad de respuesta, ¿no estamos caricaturizando a la víctima como un ser impasible, pasivo, sin capacidad de respuesta o de reacción? ¿no es esta victimización acaso una nueva forma de alienación o de violencia sobre su dignidad personal?. Todo discurso sobre la violencia no puede aislar la dignidad de la persona que la sufre, no sólo para argumentar teóricamente su derecho al respeto, sino para apelar a su propia responsabilidad de cambio a través del ejercicio de su libertad y responsabilidad personal, que si bien pueden estar adormecidas o coartadas, son parte de sí y esperan ser puestas en acción. Desconfío tanto de los violentos, como de los victimizadores de las víctimas, porque con el afán de defensa, seguimos escondiendo a la persona íntegra e integral detrás del discurso facilista y estigmatizador de moda. No justifico ni por lejos cualquier acto de violencia ni algún tipo de discurso legitimador de la misma. Antes bien, lo que pretendo es poder poner en el centro del análisis de la violencia, la cuestión de la persona humana en su totalidad e integralidad, que no soslaya la esfera de la responsabilidad personal. La violencia nunca se puede, ni debe, justificar. Pero de ahí a caricaturizar a los extremos del acto violento (agresor – agredido) como entelequias aisladas de todo acervo social y toda conciencia individual, solo sirven a un discurso o a una causa, más que reflejar la realidad.
Por último no quisiera dejar de mencionar un maravilloso trabajo de Freud, intitulado “Psicología de la masas y análisis del yo”, publicado en 1921 donde el autor estudia el funcionamiento de la psicología colectiva y el fenómeno de la identificación del líder con la masa, con la consabida transferencia de mensajes, ideales, y mandatos con una gran facilidad, consecuencia del mecanismo de identificación  establecido. Valga ésta mención para no dejar de considerar cómo influye la psicología colectiva, forjada a instancias de un liderazgo fuerte, en la generación de conductas violentas y agresivas.  Enfatizo todo lo dicho precedentemente por Frankl a éste respecto….

A MANERA DE SÍNTESIS…
  • Existen y existieron muchas teorías e hipótesis vinculadas a la causa del fenómeno de la violencia.
  • Desde el punto de vista psicológico, esas explicaciones están relacionadas a los aprendizajes y las matrices incorporadas durante la vida, sobre todo la vida familiar. Resalta en éste sentido la representación que el sujeto haya hecho de las relaciones sociales (hombre-mujer, amigo-amigo, esposo-esposa, etc.) en el seno de la fase de resolución del complejo de Edipo.
  • Las últimas investigaciones en Argentina que incluyen nuestro acervo social, rescatan: la impunidad, como elemento generador de violencia e intenta desestigmatizar a la pobreza como elemento causal de ella.
  • La masificación, tal como la denominamos actualmente, se encuentra muy bien descripta y analizada por Freud, y constituye un emergente social que deriva en situaciones de violencia, como por ejemplo, las barras bravas de los clubes de fútbol.
  • Las diferentes situaciones mencionadas en relación a la violencia, tanto en su génesis como en su desarrollo, no anulan la conciencia personal (que debe ser ejercida y considerada en el ámbito de la libertad individual y la responsabilidad existencial) como terreno último de anclaje en la esfera de toda toma de decisiones.  Por tanto, analizar el fenómeno de violencia sólo con clichés sirven para la propagación de un mensaje pero no para un fecundo análisis que abra las puertas a un reposicionamiento ético de los sujetos involucrados.
  • Marx comenzó “El Dieciocho brumario de Luis Bonaparte” con una corrección a la idea de Hegel de que la historia necesariamente se repite a sí misma: «Hegel observa en alguna parte que todos los grandes acontecimientos y personajes de la historia mundial se producen, por así decirlo, dos veces. Se le olvidó añadir: la primera vez como tragedia, la segunda como farsa». La Argentina del 2014 es sumamente violenta. Son múltiples sus manifestaciones (la inseguridad y la delincuencia, el discurso político y dirigencial, la vida ciudadana de todos los días, el tránsito caótico, entre otros). Es evidente que la Argentina (mejor dicho y parangonando a Frankl, deberíamos decir “los argentinos” o sea, nosotros) tenemos un problema irresuelto con la violencia. Algunos podrán pensar que lo que hoy se vive, en nada puede compararse a la calamitosa experiencia de los Setenta, y es cierto. Sin embargo, lo que ayer fue una tragedia hoy se puede repetir como farsa, diría Marx, ya que los mecanismos de la violencia de hoy no son los de aquella década. Quienes detentan discursos violentos hoy, sostienen que lo que hoy se vive es algo en nada comparable a todo aquello. “La violencia del 2014 es nada…” dicen y hasta hablan de amor con la misma intensidad con la que reivindican el odio. Ahora bien, como sociedad ¿no cabe preguntarnos si toda farsa no alberga en su seno, una nueva tragedia….?
  • En la tramitación pacífica de los mecanismos actuales de la violencia argentina (políticos, económicos, jurídicos, culturales, ideológicos, etc.) se juega la pervivencia de los argentinos. El tejido social argentino, que en su dimensión identitaria nunca fue demasiado consistente, viene siendo herido por los mecanismos del odio, la mentira y la violencia de una sociedad que no puede superar ni resolver su propia historia; y que como un enfermo frente a un espejo, no acepta su realidad y en lugar de abocarse a ella, se pelea permanentemente con la imagen que aquel espejo le devuelve. Las antinomias son tan argentinas como el dulce de leche: unitarios-federales; peron-balbín, river-boca… Pareciera que no podemos constituirnos en individuos autónomos si no es en oposición a otros. La violencia actúa, en definitiva, como un mecanismo de eyección de nuestras propias frustraciones que son depositadas en el otro (opuesto) quien pasa a ser la representación de todo aquello que nos afecta o que no nos gusta de nosotros.

Muchas Gracias….





[1] 107ª Asamblea Plenaria de la CEA, “Felices los que trabajan por la Paz” Pilar, Bs As, Argentina, Mayo, 2014
[2] Antropología de la Violencia, Alfredo Tecla Jimenez, Ediciones Taller Abierto, México.
[3]La construcción del sujeto ético”, Silvia Bleichmar, Editorial Paidós, 2011
[4] Víktor Frankl, una biografía”, Alfried Läengle, Editorial Herder, Barcelona, 2000.
[5] Op cit págs 95 a 97 – VER También Págs 192 a 194 sobre Compromiso, Culpa y Responsabilidad Colectiva.